En algunos restaurantes de Madrid prohiben hablar en catalán a sus clientes.España desprecia cuanto ignora


En algunos restaurantes de Madrid prohiben hablar en catalán a sus clientes.
Ya sé que, un hecho explicado por un amigo de mi padre, no debería ser narrado como una noticia de amplia cobertura. Pero si lo hizo el... -¡cielos, ya no me sale el nombre...!- Navarro, con el caso de la mujer que lo insultó por un asunto personal, ¿por qué no podré hacerlo yo?
En todo caso no es ni una anécdota ni un hecho aislado, lo que explicaré, ocurre.

Pues eso, estaba mi padre en la agencia de viajes mirando un par de semanitas en Canarias (a medias con el IMSERSO). Se encuentra a un conocido que le dice que también quiere ir a las islas afortunadas y que el último viajecito de tres días a Madrid estuvo acompañado por una mala experiencia.

Sí, resulta que hizo un fin de semana para ver el Reina Sofia, el Thyssen y tal. Era mediodía y deciden ir con otra pareja a un restaurante de esos que ni son baratos ni excesivamente caros, de los que te sale por 60 euros por cabeza...
Se sientan los cuatro, piden la carta... hablando entre ellos sobre las maravillas de arte contemporáneo que hay dentro del museo... que si la entrada diseñada por Jean Nouvel...
Llega el camarero, cada uno pide lo suyo y continúan con el bla, bla, bla...

Pero no se habían dado cuenta de una cosa, estaban utilizando el idioma por el cual hablan entre ellos desde hace más de 60 años...

Y eso que llega el maître, sin haberles servido nada todavía, y les dice más o menos:
Perdonen, les agradecería que no hablaran en catalán ya que están molestando a los otros clientes.
Claro, lo típico, uno de los catalanes le recuerda que hay también una mesa con unos guiris hablando guiri.
Y el mandado responde:
Sí, pero su idioma no molesta a nuestros clientes.
Los señores clientes vienen a disfrutar de la comida y ustedes les incomodan.
Evidentemente, indignados, le responden que en la privacidad de su mesa hablan el idioma que quieren, a lo que les contesta que nadie les serviría y que si persistían en quedarse en la mesa llamaría a la policía.

Ya sé que ustedes pensarían, en un país normal, que si vinieran los cuerpos de seguridad sería bueno, ya que se trata de un atropello, se les estaba violando sus derechos constitucionales...
¡Y un rábano...!

Por lo que, temiendo a la policía, decidieron levantarse y marcharse.
Volveremos a ver esto muy pronto...
Todo esto me recuerda -y creo que ya lo expliqué otra vez- cuando, hace 10 años, iba en el metro de Madrid hablando en catalán con mi pareja de entonces. Cuando el convoy paró en una estación se levantó un anciano y le dijo a ella: puta catalana. Si señor, el viejete sabía como ofender, no nos insultó a los dos, la insultó a ella para molestar más.

Pero de todo esto, igual que el asunto del restaurante, lo que indigna es la complicidad pasiva de la demás gente, recuerdo que, cuando miré la cara de las personas en el vagón, veía en sus ojos que pensaban lo mismo... puta catalana, sí, putos catalufos.

Y eso es lo mismo que le pasó al amigo de mi padre, la humillación de que los echaran como apestados y con la connivencia y perversidad de los demás comensales nunca lo olvidarán.

Yo jamás he vuelto a Madrid, ni para coger un vuelo intercontinental... Y los del restaurante tampoco lo harán.


Por eso, me pregunto, si finalmente no nos independizamos ¿cómo se gestionará ese odio...?
http://spaincrisis.blogspot.com/2014/09/en-algunos-restaurantes-de-madrid.html?spref=fb

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