LAS PEQUEÑAS MENTIRAS ALTERAN TU CEREBRO,no son inofensivas para el cerebro, sobre todo si se repiten con la suficiente frecuencia.

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LAS PEQUEÑAS MENTIRAS ALTERAN TU CEREBRO

Las pequeñas mentiras no son inofensivas para el cerebro, sobre todo si se repiten con la suficiente frecuencia.
Según un estudio publicado en la revista «Nature Neuroscience», la repetición de actos de deshonestidad en beneficio propio acaban con la sensibilidad del cerebro a la inmoralidad de uno mismo.
Esto con el tiempo crea un efecto de bola de nieve en el que las pequeñas mentiras se transforman en actos de notable deshonestidad.
Es la principal conclusión obtenida por un equipo de investigadores del University College, de Londres y dirigido por Neil Garret.
Para probar esa hipótesis, Garrett y su equipo hicieron una investigación en la que combinó las disciplinas de informática, imagen cerebral y economía conductual -que estudia el comportamiento de las personas ante diferentes coyunturas económicas-.

El experimento

Realizaron un experimento en el que los participantes debían dar consejos financieros a otra persona y se les motivaba para que les engañasen.
Los investigadores pidieron a un total de 80 adultos, de entre 18 y 65 años, que le dijeran a una segunda persona cuánto dinero había en un jarro lleno de monedas que ellos no podían ver.
Mentirle a otro sobre cuánto dinero había en el jarro que este no podía ver tenía diferentes consecuencias en este estudio.
En ocasiones, mentir sobre el dinero beneficiaba al mentiroso a costa del segundo, en otras beneficiaba a ambos, en otros casos solo beneficiaba al segundo, pero a expensas del primero y en último caso beneficiaba al segundo sin afectar al primero.
Después de repetir estas pruebas, los investigadores averiguaron que la deshonestidad aumentaba con el paso de las pruebas, ya que se incrementó el número de veces en que los participantes mentían para beneficiarse.
Además, los participantes no tenían en cuenta que estaban perjudicando a un segundo, lo que sugieren que la motivación era egoísta.

Cambios en la actividad cerebral

La persona que miente tiene que maquinar los detalles de su engaño, recordar cómo era su estafa, saber a quién está engañando, fingir una nueva identidad ocultando la suya, estar atento para no incurrir en errores y tener un “plan b” por si la víctima no cae en su engaño.
Todo este conjunto de actividades requiere la activación del lóbulo temporal, el lóbulo frontal y el sistema límbico en mayor medida que cuando estamos diciendo la verdad.
Para examinar los cambios concretos en la actividad cerebral, se realizó un escáner de resonancia magnética a los participantes en el momento en el que engañaban.
Comprobaron que, al principio, la parte del cerebro vinculada a las emociones respondía con fuerza.
Sin embargo, según iban mintiendo más, respondía con menos intensidad.
Cuanto menor era la reacción de la amígdala los participantes tendían a engañar más.

Cambios físicos

En estudios realizados a timadores patológicos mediante resonancias magnéticas, se ha comprobado que su lóbulo frontal, que es el responsable de las llamadas funciones ejecutivas (tomar decisiones, elegir, buscar soluciones, metas…), sufre una reducción de un 14% la sustancia gris y un aumento de un 22% de la sustancia blanca.
Cuanta más sustancia blanca tienen, mayor es su capacidad de engaño.
Este aumento en la materia blanca otorga al mentiroso las herramientas necesarias para dominar el arte del engaño y la estafa.
El hecho de tener menos materia gris en el lóbulo prefrontal hace que se preocupen menos por los aspectos morales de sus decisiones ya que tienen una mayor dificultad para procesar este tipo de pensamientos.
Según han concluido los investigadores, el nivel de actividad de la amígdala, una región cerebral implicada en la generación de emociones disminuía prueba a prueba: los participantes eran cada vez menos sensibles ante sus propios comportamientos deshonestos, y estos despertaban cada vez una menor respuesta emocional.

Riesgos adicionales

Los investigadores creen que esta adaptación podría estar relacionada con la desensibilización ante comportamientos violentos y advierten sobre el riesgo de caer en las pequeñas mentiras.
Por ellas se empieza.
Y a medida que crece la dimensión del engaño más fácil es que este se pueda convertir en un gran fraude.
Según Neil Garrett, «es probable que la respuesta del cerebro ante la repetición de la mentira refleje una respuesta emocional reducida a dichos actos.
Esto está en línea con la idea de que nuestra amígdala registra la aversión a los hechos que consideramos malos o inmorales.
En este caso, hemos estudiado la insinceridad, pero el mismo principio podría aplicarse a la progresión de otras acciones como los actos de riesgo o los comportamientos violentos».

http://sumafelicidad.es/las-pequenas-mentiras-alteran-tu-cerebro

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